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Antropologia y cuerpo

Ciberutopia

Ciberutopia: Interferencias entre danza y redes sociales

¿TikTok es una herramienta democratizadora para la danza o reproduce los mismos patrones y desigualdades sociales de siempre?


Uno de los contenidos más populares que corren por TikTok (entre otros muchos) son las coreografías, que se viralizan a base de ser repetidas, copiadas, versionadas y servidas en el scroll infinito a través de un algoritmo que se adapta al usuario. El lenguaje dancístico y corporal desarrollado especialmente entre jóvenes en esta aplicación, los mecanismos, la estética y los códigos de composición y comprensión del espacio-tiempo a través de la pantalla son, al fin y al cabo, una forma de bailar y coreografiar que está ligada al medio a través del cual la danza se crea y presenta al público.

La danza, a partir de los años sesenta (danza postmoderna), empezó a desarrollar prácticas de improvisación que buscaban democratizarla poniendo énfasis en los procesos y no tanto en los resultados. Buscaban formas integradoras y de ruptura con patrones establecidos. Afirmaban que todo movimiento era expresión de danza y cualquier persona era bailarina, independientemente de su formación. Actualmente, las danzas de TikTok y su expansión a través de las redes han contribuido, en cierto modo, a una democratización de la danza y le han hecho llegar a todo el mundo, sin distinción de género, raza, clase o sexo.

Fruto de la globalización y la internacionalización que el medio online ofrece, la danza en TikTok no puede vincularse a ningún espacio físico o cultura en concreto, sino a un espacio etéreo, intercultural, donde hay una hibridación de culturas y lenguajes y donde se puede observar una comunidad de usuarias que comparten un lenguaje con características propias, tales como:

  • Humor, estética DIY (do it yourself).
  • Movimientos pequeños de manos y brazos (para que se puedan colocar dentro del formato vertical de la pantalla).
  • Relación ilustrativa entre la danza y la letra de la música.
  • Notaciones coreográficas, expresión de las manos y simbología emoji.
  • Expresiones faciales exageradas.
  • Juego de seducción con mirada a cámara.
  • Composición y juego entre primeros planos y según planos.
  • Lenguaje corporal casual o que parezca natural.
  • Error o fail (equivocación), que siempre gusta.
  • Reaction (alguien que observa y reacciona a lo que el otro hace).
  • Challenge (reto).
  • Duraciones muy cortas (normalmente unos 15 segundos).
  • Hibridación de danzas de influencia afrollatina (perreo, twerk, grind) con danzas urbanas (hip-hop, dancehall, locking, popping), K-pop y J-pop.
  • Danzas desde espacios privados o personales de casa (habitación, baño, comedor…).

¿Vivimos una ciberutopía en la que se reproducen los mismos patrones y desigualdades sociales de siempre y en la que lo único que ha cambiado es el medio?

¿Utopía democrática?

La grabación y visualización de las coreografías a través de la pantalla hace que sean potencialmente reproducibles y mercantilizables desde casi cualquier lugar del mundo a cualquier hora. A pesar de esta accesibilidad, ¿podemos hablar de una herramienta democratizadora? ¿O vivimos una ciberutopía en la que se reproducen los mismos patrones y desigualdades sociales de siempre y en la que lo único que ha cambiado es el medio? ¿Realmente, todo el mundo tiene una oportunidad igualitaria de darse a conocer a través de las redes? ¿Qué campo de ventajas y desventajas se abre cuando la danza se identifica con la usuaria como herramienta de marketing para las grandes marcas?

Según Theresa M. Senft, la figura del influencer no es un fenómeno nuevo, sino que podría ser descrita como la evolución cultural de las denominadas microcelebrities: personalidades con el compromiso de desplegar y mantener la identidad online como construcción de una marca propia, basada en su vida y su persona. En este sentido, “internet contribuye a una dinámica por la que las usuarias se convierten simultáneamente en vendedoras, compradoras y mercancía”.

¿Qué formas y prácticas danzas pueden romper con esta dinámica? Desde que somos pequeñas, nos iniciamos en un proceso de imitar todo lo que vemos a nuestro alrededor. De adultas, ya aculturalizadas, existen patrones corporales y de pensamiento que, a base de verlos y repetirlos, hemos integrado y normalizado de forma inconsciente. Michael Jackson (1989) habla de un embodimiento a través del mimetismo o la conciencia del cuerpo del otro en el propio cuerpo. Inspirado por reflexiones previas de Franz Boas y Pierre Bourdieu, argumenta que existen “patrones corporales que generan imágenes mentales y que, por tanto, inculcan cualidades morales”. Las afirmaciones de Jackson hacen reflexionar sobre el poder de la app a la hora de aplicar el mecanismo de repetición e imitación de movimientos, danzas y actings.

Ver sólo contenidos relacionados con nuestros gustos genera una homogeneización o una exclusión de la diferencia

Así, podríamos entender este mecanismo como un juego o como un arma de reproducción masiva: vídeos que se repiten por 1.000 a través del infinito scroll personalizado de cada uno. Ver sólo contenidos relacionados con nuestros gustos genera una homogeneización o una exclusión de la diferencia. Todo sistema genera patrones y códigos de comportamiento, pero también habilita fracturas y grietas. ¿Qué posibilidades tenemos de crear una contracultura o contraasimilación de patrones (a través del propio mecanismo) para generar una nueva mirada o forma de relación con éstos?

Andrea Soto Calderón, en su libro La performatividad de las imágenes, propone “inventar formas de desautomatización colectiva, de desestereotipar las imágenes, lo que requiere otra actitud que no sea de rechazo y resentimiento, sino de cooperación. Pensar la cultura visual no contra las imágenes sino desde las imágenes”. ¿Es posible reapropiarnos de las vías y expansión que ha generado la aplicación sin entrar en su sistema? En las redes digitales, ¿quién crea los contenidos? ¿Quién los viraliza? ¿Una usuaria random o una marca o corporación con poder de influencia?

Contracultura TikTok

De la misma forma que en las redes sociales se observa una tendencia normativa y homogeneizadora de los cuerpos, también existen muchos perfiles de usuarias que intentan subvertir estos patrones exagerando el cuerpo y el movimiento hasta el punto de que resulte grotesco. Existe una expresión de la sexualidad que cuestiona y discute los límites de lo que es y no es aceptado por la sociedad. La imagen de un cuerpo obsceno, perverso, prohibido, deformado, monstruoso, híbrido o no catalogable se contrapone a la imagen normativa binaria y heteropatriarcal sobre estética, cuerpo y género. Los filtros, efectos y edición de la imagen también facilitan la transformación de los cuerpos.

A pesar de la mercantilización de los contenidos, algunas han encontrado empoderamiento allá donde todo parecía perdido

La danza no tiene enemigos. O, si hay alguna, es un enemigo que pone en común a todas las generaciones y los gremios; un sistema que obliga al individuo a producir en todas las esferas (personal y laboral) hasta asfixiarlo. Por mucho que algunas usuarias propongan un modelo no normativo del lenguaje y la estética corporal a la aplicación, es difícil (o imposible) escapar de su diseño corporativo en cuanto a políticas de tiempo, espacio y funcionamiento. La aplicación se ha convertido en una plataforma indispensable para el marketing, y las usuarias que dominan sus códigos son las jóvenes. A pesar de la mercantilización de los contenidos, algunas han encontrado empoderamiento allá donde todo parecía perdido; un agujero laboral que sólo ellas pueden llenar trabajando de tiktokers, instagramers o youtubers.

*Este texto se presentó en la revista Entrecate y es una síntesis de una investigación previa a la publicación del volumen Paragrafies del Mercat de les Flors dedicado a la obra de Núria Guiu.

Nuria Guiu